LA REVOLUCIÓN DE 1952 EN PERSPECTIVA
LA REVOLUCIÓN DE 1952 EN PERSPECTIVA
Max Murillo Mendoza/28-02-21
Aquellas jornadas heroicas y gloriosas entre el 9 y el 12 de abril de 1952, cuando obreros y campesinos derrotan en las calles a las fuerzas armadas, y sus cómplices del Estado y Super Estado minero feudal, cuando las masas proletarias y campesinas desarman al ejército. Las destruyen para hacer la segunda revolución armada del continente, después de la revolución mexicana de 1910, y por fin transforman realmente las condiciones sociales, económicas y políticas de la historia de Bolivia. Sin embargo, ese triunfo revolucionario realizado por el proletariado minero y campesino, será boicoteado y traicionado por las clases medias y altas de la burocracia del Estado, para poco tiempo después regresar a los mismos patrones sociales, coloniales y republicanos, de antes de la revolución.
Los libros de historia tradicional nos muestran a Paz Estensoro, Siles Suazo, incluso al obrero Lechín, como los artífices de la revolución, como los grandes estadistas de la revolución y quiénes condujeron a semejantes cambios en la historia del país. Mentiras y absolutas deformaciones e interpretaciones de la historia tradicional. Dichos personajes son precisamente los traidores y destructores de aquella revolución. Ejemplos de cómo está concatenado y escrito la historia, que se sigue leyendo y estudiando en las aulas de las escuelas y universidades. Mentiras y puntos de vista de quiénes perdieron todos los territorios del país, de quiénes masacraron a obreros e indígenas. Puntos de vista que siguen vigentes en todos los libros, que son los puntos de vista tradicionales republicanos y coloniales.
Sin embargo, las masas también pueden equivocarse. Como se equivocaron los proletarios mineros y los campesinos al entregar su trabajo, la revolución, a unos polítiqueros de segunda como Paz Estensoro que por supuesto tuvo que hacer lo que su clase social le pedía: volver a entregar al país a las fauces de los extranjeros. Paz Estensoro jamás fue un ciudadano precisamente ilustre, como aparece en los libros de historia, sino un anti boliviano. Destruyó desde adentro del mismo Estado las conquistas sociales, los sueños de las masas empobrecidas. Con su compinche Siles Suazo, reabrieron el colegio militar el año 1956, entregaron los secretos del país y su economía a los norteamericanos.
La guerra fría empeoró las cosas por aquellos años, divididos entre el mundo capitalista y el mundo socialista, simplemente nos utilizaron como una colonia más en esos vaivenes del reparto internacional. Paz Estensoro no supo ni mucho menos manejar un país independiente, porque su clase social jamás sonó precisamente en un país independiente. La independencia es para estos señoritos de la oligarquía una palabra peligrosa. Su falta de autoestima de clase, de proyecto de clase es de lo más nefasto para la historia del país. Estos personajes que se reparten la izquierda y la derecha de las coyunturas políticas del país, sólo destruyen lo que las masas avanzan.
Ciertamente los mineros y campesinos del 52, armas en mano y el poder político en mano, simplemente se equivocaron al entregar ese heroísmo en bandeja de oro, a unas clases medias sin identidad con Bolivia, sin proyecto de independencia, sin proyecto de Estado. Porque después, ante las terribles dubitaciones de Paz Estensoro y sus cómplices burócratas, mineros y campesinos le obligan a la nacionalización de las minas sin indemnización; les obligan a la reforma agraria, les obligan al voto universal y a la reforma educativa. Medidas que cambiaron el imaginario del país para siempre; pero que los movimientistas se encargaron de destruirlas boicoteando desde las mismas oficinas del Estado.
Pues sí, los grandes e ilustres estadistas de los libros de historia de Bolivia, en muchos de los casos son gansters y culpables de todos los errores y males de nuestro país. Las masas muchas veces se equivocan al entregar el poder a gente totalmente descalificada, sin formación ética o moral, sin amor al país y a la patria profunda. Las masas también son culpables de la destrucción de las instituciones. De las pocas que hay como patrimonio estatal. Las masas del 52 se equivocaron rotundamente, y esa equivocación pagaron con sangre, con destrucción de la minería nacionalizada, con masacres a cargo de los mismos burócratas que se favorecieron en el manejo de las oficinas del Estado.
El ilustre Paz Estensoro, era lógico, poco tiempo después destruyó las organizaciones obreras, al cooptarlas, corromperlas, comprarlas desde el poder y dividirlas por dinero y beneficios a los dirigentes. De la misma manera con los campesinos, que ya en las dictaduras militares uno de los amigos íntimos de Paz, el general Barrientos, obligará a los sindicatos campesinos a firmar el pacto militar campesino. Así, la apoteósica y heroica revolución del 52, sobre sangre minera y campesina sobre todo, quedó destruida por la burocracia de clases medias, que derivó en la destrucción del país entero.
Los libros de historia tradicional siguen siendo la correa ideológica y mental más poderosa, para la mantención en el poder de las oligarquías señoriales, que cambian de ideología en función de la coyuntura, y pues esa correa de transmisión está vigente desde las escuelas hasta las universidades. Nada ha cambiado hasta hoy, sino algunos maquillajes y disimulos literarios que sólo refuerzan estas visiones de la tradicionalidad.
Más destructoras que el imperialismo, son las burocracias estatales favorecidas por las masas, que les confían su sangre y sacrificio; que la experiencia nos enseña no nos traerán precisamente beneficios al país; y ninguno a los más pobres del país.
La Paz, 27 de febrero de 2021