LAS CLASES ALTAS Y SU DESCONOCIMIENTO DE LA BOLIVIA PROFUNDA
LAS CLASES ALTAS Y SU DESCONOCIMIENTO DE LA BOLIVIA PROFUNDA
Max Murillo Mendoza/16-08-2020
Hemos visto por enésima vez en estas semanas, que no es viable ni sostenible que las clases altas marginen, repriman, y olviden a la Bolivia profunda. Pensamos que este dramático problema se habría resuelto en el anterior régimen; pero las izquierdas de las clases altas que pactaron con Evo Morales, fracasaron desde sus esquemas rojos y decimonónicos y desde sus profundos desconocimientos de las lógicas indígenas y campesinas de Bolivia. Esas izquierdas voluntaristas y activistas, no tienen idea alguna de las características e historias de los pueblos indígenas. Les miran como a los obreros de Petrogrado, de la Rusia pre-revolucionaria o a comandos de la revolución cubana; no como a culturas distintas y milenarias, absolutamente distintas a las mentalidades occidentales de Rusia.
Ese profundo desconocimiento también se percibe en los libros tradicionales de historia, en los ensayos de sociología o literatura. Los pueblos indígenas son marginales en esas visiones, no componentes centrales de esas miradas. A lo sumo, como en la literatura o poesía, llegaron a visiones costumbristas, sin sentido alguno, sin reconocimiento a las mentalidades de los pueblos indígenas.
Los civilizados alemanes construyeron su nacionalismo sobre la base de su cultura aria. En Bolivia los nacionalismos son abstractos, como el MNR, no responden a nuestras historias y realidades. Los nacionalismos en Bolivia tendrían que ser quechuas, aymaras o guaraníes; pero esos aspectos, como modelos occidentales, son desconocidos por las clases altas. En realidad por razones racistas y pigmentocráticas. Porque es cierto que las clases altas se alimentan desde siempre de esas miradas socialdarwinistas del siglo XIX, de las colonias croatas, alemanas, italianas, españolas, árabes, etc que vinieron y se quedaron en Bolivia. Y son parte substancial de las clases altas, racistas y pigmentocráticas bolivianas. Los apellidos son elocuentes en la política.
A finales del siglo XX se intentó revertir esa contundente realidad de nuestra historia. En la época democrática se hizo intentos con la participación popular, con la reforma educativa y con las reformas de las leyes. Se intentó avanzar en la inclusión de los pueblos indígenas. No se consiguió mucho, por lo que vino el siglo XXI y con él los cambios en los movimientos sociales y la toma del poder en el llamado proceso de cambio. Sin embargo, volvemos a asistir a los mismos desajustes, a los mismos desencuentros históricos que siguen siendo nuestro mayor desafío, para una convivencia por fin pacífica y de alguna manera ordenada.
Pero no puede haber una convivencia pacífica en el país, con la inmensa pobreza y marginalidad estructural de los pueblos quechuas, aymaras y guaraníes, que son estrictamente hablando, los dueños legítimos de estas tierras que la historia tradicional no les reconocen hasta hoy. Como los alemanes o franceses de las suyas. Porque los parches o disimulos de izquierda que se han realizado, en el proceso de cambio, no sirven de nada como hemos visto. No ayudan en nada para construir un verdadero país, Estado y Nación.
Se requieren enormes cambios en las visiones e ideologías de las clases altas. Cambios en sus maneras de concebir y ver a este país. En la manera de compartir sus distintas culturas con la Bolivia profunda, que sólo son hasta hoy guetos extranjeros y cerrados a las demás culturas de Bolivia. De estas clases altas se desprendieron las instituciones y el llamado Estado. Instituciones y Estado que jamás han dado respuestas a nuestras realidades. Precisamente por las características sociológicas de las clases altas: cerradas y con total desconocimiento de la Bolivia profunda.
Esas estupideces de empates catastróficos, en las concepciones obsoletas de la izquierda, sólo nos llevaron a destruir este país. Porque la lógica guerra destruye todo, incluso a las clases altas. O las visiones de algunos comités cívicos, que son totalmente retrógrados y de visiones muy limitadas de este país, aún en momentos de conflictos. Las clases altas de izquierda y derecha, coinciden en sus concepciones y visiones del país profundo: no tienen información adecuada y no tienen propuestas de conjunto para la complejidad del país.
Se requieren valentías en todas las clases sociales, sobre todo en las clases altas. Reconocer el país con todas las características culturales, sociales y de costumbres, no sólo para el turismo y las fotos de museo, sino para compartir el país democráticamente: que los mejores de las distintas culturas manejen nuestras instituciones, que los mejores de las distintas culturas construyan nuestro Estado.
También se requieren cambios en la Bolivia profunda, que sólo será posible profundizando en sus derechos en educación de calidad, salud de calidad, vivienda y trabajo en lo posible seguros. El analfabetismo funcional y los pésimos servicios básicos condenan inevitablemente a la miseria, lo que es caldo de cultivo ideal para la radicalización y las locuras extremas en la política.
No se trata de hacer sana sanas, con proyectitos de buen corazón, sino de cambios estructurales en las miradas de las instituciones, donde realmente se construyan procesos inclusivos radicales. Donde quechuas, aymaras y guaraníes compartan los espacios de igual a igual con descendientes croatas, alemanes o árabes. De lo contrario, si seguimos manteniendo en statu quo estas situaciones, seguiremos nomás con revueltas hasta que se produzca la tragedia total. Es decir, hoy Bolivia no es sostenible ni tiene futuro seguro con estas condiciones sociales estructurales, donde las clases altas son las culpables.
La Paz, 15 de agosto de 2020