Mexico_Mandarines
México: la Rebelión de los Mandarines
Heinz Dieterich 20-12-2018
1. Mandarines y productividad
El recorte presupuestario a algunas universidades estatales ha desatado un tsunami de protestas discursivas que une a “progres” y reaccionarios de la prosapia que maneja estas instituciones. Funcionarios y catedráticos privilegiados ven un peligro para la cultura, la autonomía y el futuro del país. Son palabras grandilocuentes para crear una cortina de humo, que pretende escamotear un mercado cautivo con forma oligopólica, dominado por cofradías, pero de esencia monopólica. En esa lonja las reglas del libre mercado --competitividad, productividad, movilidad, meritocracia, castigo del fracaso-- han sido desterradas desde hace décadas. La consecuencia inevitable de tal estructura es, como en la mayoría de los monopólicos, que se produce todo, menos calidad internacional y progreso nacional.
Esto es particularmente cierto en el área de las ciencias sociales y administrativas, donde la evidencia empírica de la mediocridad salta a la vista, aun empleando métricas diversas de excelencia. O, ¿alguien recuerda el nombre de un premio nobel en esas áreas producido por las universidades públicas latinoamericanas o del país? O, ¿un paradigma científico latinoamericano que tenga repercusión internacional? O, ¿una universidad latinoamericana que en el ranking de excelencia global esté entre las cincuenta mejores universidades del mundo?
2. Gobernanza fallida
El sistema de gobernanza de las universidades públicas durante las últimas décadas, es probablemente el factor singular que más ha contribuido a su situación de crisis estructural actual. Conducir adecuadamente esas instituciones complejas es, por supuesto difícil, porque
su sistema de gestión de rendimiento (performance management) no responde a preceptos simplistas de organización, como ilustran los siguientes ejemplos. Su gobernanza no puede realizarse mediante un principio organizativo sencillo, como la democracia formal, es decir, por mayoría de votos. Esto, por dos razones. En primer lugar, la verdad objetiva del universo y su búsqueda, que es la razón de ser de toda universidad que merezca el nombre, no es cuestión de opiniones mayoritarias. En segundo lugar, el sufragio general académico, que incluye los votos estudiantiles y de trabajadores sin ponderación, se convierte en un mecanismo de mercado, donde los postores más poderosos compran los votos. Es decir, se repite la involución mercantil del sufragio, que observamos en las elecciones de las democracias liberales burguesas.
El principio gerontocrático tampoco es aplicable, porque la ancianidad no es virtud en una época de permanente revolución e innovación del conocimiento y de la “destrucción creativa” (Schumpeter). El principio plutocrático, que consiste en colocar en la dirección universitaria a representantes de las clases pudientes, tampoco favorece la gestión de excelencia e innovación científica, que es el distintivo de una auténtica universidad. La administración burocrática, a su vez, es igualmente disfuncional, porque sofoca la creatividad, que es el animus, el alma de la ciencia. Finalmente, la conducción académica por representantes oligárquicos reproduce los intereses y la ideología de la clase dominante, pero nunca generará un Instituto Max Planck, un Massachusetts Institute of Technology, una Universidad de Singapur o la Universidad Tsinghua.
3. Gobernanza óptima
¿Cuál es, entonces, el sistema de gobierno adecuado para tener una universidad eficiente, innovadora, con rendimiento comparable a los más altos estándares de productividad científica internacional y una aceptable relación de costo-beneficio nacional? Evidentemente, la meritocracia ética, que está dispuesta a la autocrítica, la reflexión y al cambio necesario. Lamentablemente, como parece indicar la rebelión académica, este principio de organización lleva una existencia de bonsai entre los demás principios, que dominan el status quo académico, bajo el control de una casta que se precia divina.
4. El Secretario Urzúa
A la luz de los hechos, la respuesta del Secretario de Hacienda Carlos Manuel Urzúa a las críticas de los recortes presupuestarios, en el sentido, de que las universidades “no gastan de manera adecuada”, de que en algunas universidades “los sueldos son desproporcionalmente altos, que hay falta de transparencia en su gasto”, que existe desvío de recursos, falta de planeación en los sistemas de pensiones e influencias políticas indebidas, es indudablemente pertinente. Si el planteamiento del Secretario fue por error o si se trató de una estratagema política para iniciar un debate público sobre la educación superior, es secundario en la coyuntura actual. Lo que importa es, que el gobierno destapó nolens volens (queriendo o no) un tabú nacional, al colocar el mercado oligopólico cautivo de las academias estatales bajo la lupa del escrutinio público. La reacción de este mercado aporta valiosa información para la futura reforma educativa y para las cien universidades planeadas dentro del sistema "Universidades para el Bienestar Benito Juárez García 2018-2024". En la construcción de estas últimas será necesario evitar los grandes errores de conceptualización y constitución de la Universidad Autónoma Metropolitana, cuya ley orgánica impide, con su excesiva ponderación de un sistema de countervailing powers (correlación de fuerzas), la operatividad adecuada del macrosistema. De la misma manera, deben superarse las ilusiones del democratismo rousseauniano que prevalece en el “ADN” de la UACM y explica su situación actual, o la génesis binaria de la UPN, que marca hasta la actualidad su desempeño.
5. Idiosincracia científica mexicana
Debido al particular sincretismo de la identidad mexicana, resultante del traumático choque entre las culturas indígenas y la violenta imposición de la cultura hispánica, los estudiantes mexicanos se encuentran entre los más creativos del mundo. Siendo el éxito científico el resultado de la creatividad, la disciplina y la calidad institucional, la mitad del camino hacia la excelencia ya está recorrido, a priori. Con un presidente como AMLO, cuyo genio político no se discierne fácilmente bajo su aura de humildad, existe finalmente la esperanza, de que se construya la otra mitad que requiere el país: la refundación de las universidades públicas, dentro de la revolución cultural que vive el país.
6. AMLO y Bolívar
Uniendo a las dos partes podemos realizar la esencia de la filosofía política de AMLO y de la 4a Transformación, que fue expresada ya hace dos siglos con singular precisión por el Libertador Simón Bolívar, en su transcendental Discurso de Angostura, del 15 de febrero de 1819: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política".
Dos grandes espíritus libertadores, separados por dos siglos, unidos en una sola voz: la de la raza.