PENSAR CON NUESTRO PROPIO CEREBRO

PENSAR CON NUESTRO PROPIO CEREBRO 

Max Murillo Mendoza/15-02-2021

Son palabras de Felipe Quispe. Tantas que pronunció para explicar sus sentimientos y percepciones de su pensamiento político ideológico como historiador indianista. Pensar con nuestro propio cerebro: consideraba que la descolonización de las ideas, de las ciencias impuestas, de los sentimientos y las percepciones, que son parte de la imposición colonial de muchos siglos, nunca nos dejarán de magullar el alma, si es que no rompemos con ellas pensando por nosotros mismos. Volver a nuestras raíces prehispánicas cuando teníamos imaginarios de Estado, de organizaciones propias y de ciencias propias.  

Sin embargo, Felipe reconocía que hay importantes herencias de occidente que debíamos aprovechar pero desde nuestras miradas, desde nuestras raíces. Por ejemplo la historia. En esa línea incluso se puso a estudiar historia, pues pensaba que desde adentro de esa ciencia había que pelear contra el colonialismo. Se hizo también docente universitario para enarbolar en las aulas, sus ideas y pensamientos aprovechando la discursibidad de la historia tradicional. Había que recurrir a todas las trincheras posibles de las ciencias, para seguir con las luchas de los ancestros y líderes del siglo XVI. 

Era muy exigente y persuasivo en los compromisos académicos. Realmente se desanimaba profundamente con los estudiantes que no leían, que no investigaban y no tenían pasión alguna con el conocimiento. Quiénes hemos conocido de cerca al hermano Felipe sabemos de esos sus sentimientos, que los expresaba como él los hacía a su manera y desde sus pensares culturales. 

Pero quisiera resaltar que en esos pensares se refería a los saberes, a los conocimientos científicos tan necesarios y cada vez más necesarios en las luchas sociales. Reflexionaba sobre su paso por la carrera de historia de la  UMSA, lo hizo muchas veces abiertamente y en encuentros o entregas de libros, donde según él nada había aprendido, sino repetir simplemente a recitar la historia tradicional. Recordaba en esas veces que, como en todas las instituciones del llamado Estado, las universidades se han convertido en juntuchas de grupos que no hacen ciencia, sino politiquería colonial republicana. Que la ciencia es lo de menos, sólo excusa para esos grupos de politiqueros republicano coloniales. Incluso que pueden ser de extracción aymara o quechua.  

En esa línea de sus reflexiones, soñaba con crear una universidad de pensamiento propio, con gente de pensamiento creativo quechua, aymara y guaraní. “Tenemos que hacer alta ciencia con nuestro propio cerebro para liberar a nuestros pueblos”. Criticaba a las universidades supuestamente indígenas, donde los partidos en el poder sólo hacían política y no ciencia. Donde sólo se engañaba a los indígenas dándoles títulos inservibles, de esclavos, de repetición de las ciencias colonizadas y coloniales. Sobre todo en las ciencias sociales.  

Tomo dichas reflexiones para las consideraciones que ya escribo hace más de veinte años. Pues, nuestras universidades han caído en la trampa del movimientismo moderno, que destruyó la crítica científica, la poca que había pero que al menos existía, cuando destruyó también a los sindicatos obreros y campesinos cooptándolos corruptamente, para atacar todo lo que no era movimientista. Fenómeno que empezó en los años 50 del anterior siglo, profundizándose en los años 70 y posteriormente. Las universidades, como parte del Estado, fueron invadidas de ese pensamiento totalitario, degradante y anticientífico, en la que también cayó la izquierda.  

Las famosas “roscas universitarias” devienen de esas prácticas políticas criollas, que se adueñaron de los espacios universitarios para medrar y saquear lo económico; no para hacer ciencia ni mucho menos. Hasta hoy, si no se pertenece a alguna de esas roscas es imposible soñar con hacer ciencia. La sociedad boliviana está muy acostumbrada a estas prácticas nefastas de la política criolla; ha hecho incluso una manera de sobrevivir terriblemente cómplice.  

El hermano Felipe relataba al respecto las peleas en la carrera de historia de la UMSA, entre esos grupos de poder en nombre de la historia: las señoras contra los demás. Dónde no eran precisamente las posturas intelectuales las que primaban, sino las disputas de pinta, de posiciones de clase señoriales, para copar cuanto más espacios posibles y seguir medrando económicamente al Estado. Lugar donde la práctica de la ciencia estaba, como no, en último lugar del repertorio universitario. 

Entre sus varias preocupaciones políticas y sociales, que eran fuertes y primordiales, realmente soñaba en hacer realidad algún espacio donde la creación de la ciencias históricas y sociales, sean por fin un espacio de liberación, de ciencia propia que brote de las mismas realidades sociales de nuestros pueblos. Estaba consciente de las enormes dificultades en un país como el nuestro, donde la burocracia y el partidismo hacen mucho daño desde siempre. Donde los pensadores e intelectuales no son los que manejan las universidades, sino los militantes y pragmáticos sirvientes de las ideologías de moda. 

Pues, pienso que las reflexiones del hermano Felipe respecto de la historia, de sus desafíos enormes a nivel epistemológico e ideológico que no se han hecho hasta hoy en Bolivia, son importantes. Sobre todo para las nuevas generaciones, para los jóvenes que sólo están recibiendo engaños e ilusiones que nada tienen que ver con las ciencias y el pensamiento crítico. El hermano Felipe, soñaba como historiador indianista, pensador indianista y soñador de la liberación total de nuestros pueblos, que era y es posible crear esos espacios de pensamiento libre, propio, crítico y científico de los pueblos indígenas, campesinos y obreros. 

 La Paz, 14 de febrero de 2021