Respuesta a Dieterich

Heinz Dieterich y el colonialismo de izquierda

Atawallpa Oviedo Freire/02-12-2018

El marxista Heinz Dieterich en un artículo titulado “AMLO funda la Escuela Superior de Democracia Nacional”, suelta una serie de antojadizos conceptos y los acuña como que fueran esas las concepciones indígenas. Desde Ginés de Sepúlveda con su libro “Las justas causas de la guerra contra los indios”, a la que podríamos calificar de posición de extrema derecha hasta Dieterich de izquierda, todos han intentado interpretar a los indios y todos han dicho lo contrario a su pensamiento, unos más otros menos, la única diferencia entre ellos. Una mirada colonial y narcisista de los que se han creído superiores en todo, y que forman parte de la supremacía epistémica que hoy dirige el mundo. Luego de 500 años siguen sin descubrir América o Abya Yala, y lo único que han descubierto es su propia ignorancia y prepotencia.

Vamos a explicarle que es el “mandar obedeciendo” y el “poder comunal”, para que no siga adivinando a su antojo “infantil” y “demagógico”. Dice Dieterich: “En la semiótica anarcoide, en cambio, se refiere a la gobernanza directa de las bases sociales a través del poder communal. Tal noción, heredada de la comunidad neolítica, desconoce olímpicamente el saber científico contemporáneo sobre el funcionalismo estructural del entorno bio-social, que requiere un sistema biológico para sobrevivir. Todo organismo biológico y organización sistémica depende para su reproducción exitosa de una estructura fractal, o sea, una jerarquización adecuada de los flujos (funciones) de información, energía-materia y ejecutividad, La idea de poder sustituir ese principio vertical de organización de la materia biótica por el principio horizontal de organización de la democracia, es una falacia, que se nutre de la ignorancia científica o del interés demagógico. En la praxis de los mega estados modernos, su aplicación llevaría a la difusion de la función pública, aumentando la entropia del sistema y su probable colapso.”

El mundo indígena de toda la humanidad, desde la era neolítica hasta antes de las invasiones colonizadoras por parte del paradigma piramidalista y su sistema democratista, buscó entender al organismo biológico de la naturaleza y trato de reproducir su organización sistémica a escala humana o a su entorno bio-social, para vivir en simbiosis con esos principios fractales del funcionamiento propio de la vida. Entendió que ese sistema era espiral o toroidal (en el lenguaje científico de Dieterich), esto es ni vertical ni horizontal, y en la que hay jerarquizaciones complementarias, en donde los ecosistemas de abajo sostienen a los de arriba y viceversa. A partir de ello crearon un poder comunal que funciona cíclicamente, el que monta y vuelve a caer, y viceversa, conjugando lo vertical y lo horizontal en una forma cíclica y espiralada.

Este poder comunal antiquísimo se ha ido desmoronando después de la penetración del colonialismo vertical “que desconoce las leyes del universo” y ha ido deformando este sistema en los rezagos que ahora vemos. Sistema que justamente intenta acoplarse a “la estructura fractal” de “todo organismo biológico”, y el cual no funciona horizontalmente ni tampoco verticalmente -como dice Dieterich-. La actual entropía que vivimos, es justamente por el verticalismo que defiende Dieterich, debido a “la ignorancia científica o el interés demagógico” que desconoce “la organización de la materia biótica”. Hasta ahora los intelectuales piramidalistas de derecha e izquierda, no pueden interpretar lo que dicen “las leyes de la naturaleza” y mucho peor la racionalidad indígena. Sus interpretaciones siguen siendo equivocadas, de ahí su fracaso permanente y que nos ha conducido al calentamiento global, en todos los órdenes de la vida humana y de la naturaleza-no-humana.

Hasta ahora, los filósofos y la izquierda, no han logrado hacer realidad la famosa tesis # 11 de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar al mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Pero, no es porque no se hayan lanzado a transformar el mundo, pues ahí están las experiencias del socialismo del siglo 20 y 21 sino, porque justamente no han sabido interpretarlo. Ya van más de 200 años de interpretación, desde Marx para acá y siguen dándose la vuelta alrededor de lo mismo, solo mirando los efectos y no las causas. Creen que el capitalismo es el todo y sin que puedan ver la totalidad, solo ven la cara y no el útero en donde se formó todo.

Para ilustrar esto vamos a traer a colación un artículo de la investigadora catalana Gemma Roquet, y del que vamos a reproducir una parte. Este caso patético lo protagonizaron Lenin y Stalin con el Mar de Aral, situado entre Uzbekistán y Kazajistán y que ha ocasionado la pérdida actual de más del 95% de su volumen en 60 años, y que ha sido considerado por Naciones Unidas como el mayor desastre ecológico del planeta. “En 1960 ocupaba una superficie de 68.000 km2, el cuarto lago -o mar interior- más grande del mundo. Su cuenca hidrográfica medía 1,76 millones de km2 y cubría gran parte del centro de Asia. Hace décadas era el hábitat de 100 especies de peces, 200 de mamíferos y hasta 500 de aves, pero con el tiempo la mayoría de estas especies han desaparecido, gran parte de la población se ha visto obligada a emigrar y el lago -que ahora está dividido en tres cuerpos distintos- se ha reducido a menos de 4.000 km2. En su día, Lenin predicó que la irrigación sería la fórmula para facilitar la transición hacia el socialismo en Asia central. Su sucesor, Stalin, hizo efectivo el plan. Convirtió las fincas de la región en koljós controlados por Moscú donde se cultivaba algodón, que servía como materia prima en las fábricas textiles de Rusia. La necesidad de grandes cantidades de agua para este cultivo cambió por completo la zona. Alarmado, el primer ministro uzbeko Fayzullo Xojayev -en el cargo de 1925 a 1937- fue crítico desde el principio respecto al monocultivo de algodón; desde Moscú se lo acusó de nacionalista burgués y fue ejecutado.

A pesar de las predicciones negativas, en los años 60 el Aral seguía lleno, pero Stalin había querido aumentar la producción para convertir las llanuras áridas de Asia central en las mayores productoras de algodón del mundo. Esto significaba más necesidad de agua y se optó por construir un canal de 500 kilómetros de longitud que tomaría aguas de los ríos Sir Daria y Amu Daria para irrigar los campos de algodón y otros cultivos ⎯como el arroz⎯ para seguir el plan ideado desde Moscú. Milagrosamente, se duplicóla superficie de cultivo, que pasó de cuatro millones de hectáreas a ocho, pero el milagro se convirtió en una pesadilla. En los 80, debido a las alteraciones de los ríos y el uso de productos químicos, Uzbekistán fue el mayor productor de algodón del mundo; el objetivo de la URSS se había alcanzado. Pero, al mismo tiempo, el caudal que llegaba al lago se redujo un 90%, el proceso de desecación se hizo visible y el clima cambió.

Por aquel entonces, la insostenibilidad del cultivo de algodón ya había acabado con la tradicional industria pesquera de la zona y los cambios en el clima eran irremediables. En una región árida como Asia central, una cuenca de estas dimensiones neutralizaba los inviernos y los veranos, pero desde hace décadas ambos son extremos. Con las sequías y el cambio del clima, el uso de productos químicos fue más habitual. Las pesticidas, insecticidas y fertilizantes eran utilizados para salvar las cosechas, pero también ejercieron como contaminantes del aire, las aguas freáticas y el suelo. Como resultado, la salinidad del lago llegó a los 110 gramos por litro ⎯casi cuatro veces más que la de los océanos⎯, la tasa de mortalidad empezó a ser la más alta de toda la antigua URSS, la bronquitis crónica aumentó un 3.000% y la artritis, un 6.000%. Por todo ello, el mar de Aral es la triste muestra de cómo la sobreexplotación de los recursos naturales tiene efectos en el clima y esto tiene graves consecuencias para la población.”

Entonces, no se termina la explotación ni la pobreza terminando con la “explotación del hombre por el hombre”, sino terminando al mismo tiempo con todas las formas de explotación o la explotación en sí misma, especialmente contra quien sostiene y da la vida. El eufemismo de ir por parches o por partes, en que primero se termina la explotación del hombre y luego de la naturaleza-no-humana, es el más grande mito o gatopardo para decir que han hecho cambios, pero a la final nada realmente profundo o estructural ha ocurrido. Eso es lo que ha escrito la izquierda, en toda su existencia.

Cuando no se cambia en la práctica el estilo de vida, y por ende, no se la conoce y no se interioriza algo diferente, se llega al poder político y no se sabe qué hacer con él, ni se entiende por dónde empezar. Se caen al abismo, como cuenta la hija de Fidel Castro de que su padre le dijo, de que fue un salto al abismo hacerse cargo de algo que no conocía ni sabía cómo administrar. Eric Vuillard, en su obra “El orden del día”, dice que “nunca caemos dos veces en el mismo abismo, pero siempre caemos de la misma forma con una mezcla de ridículo y horror”. Y eso es lo que pasa en la izquierda, que se sigue cayendo de la misma forma pero no aprende, aunque algunos sí siguen cayendo en el mismo abismo y son los más dogmáticos y ortodoxos marxistas-leninistas-estalinistas-maoístas-castristas. En la mayoría de “camaradas” solo es un discurso, y hasta un medio de vida y de enriquecimiento. Todo ello, y como siempre, a nombre del pueblo, a nombre de la pobreza, a nombre del hombre nuevo, a nombre de la democracia, a nombre de lo que sea.

El problema de la izquierda es que se dicen materialistas científicos, pero en el fondo les guía el “dogmatismo cristiano” para que “se mantenga la íntima unión de las tres formas de su Trinidad: política-ética-ciencia”, como lo dice el propio Dieterich. Cuando en “las leyes de la naturaleza” el punto de inflexión es la Cuaternidad para que funcione la “estructura fractal”, pero los ortodoxos marxistas quieren hacerlo cristianamente en su interpretación anti-biótica. Siguen recreando nuevos mitos, y se dicen a sí mismos que son más avanzados, desarrollados, racionales y objetivos, que los indios que todavía viven en el neolítico. Pero como vemos, los neolíticos “anarcoides” sabían más que los marxistas cristianos y su materialismo dialéctico e histórico.